Barcelona: ¿qué ver en 48 horas?

Sí, los pueblos de cuento de hadas existen… En un mundo cada vez más globalizado, donde las ciudades son víctimas del caos y el estrés, aún quedan reductos en los que prevalece intacta la imaginación humana. Rincones que podrían ser decorados para remakes de fábulas de antaño, pequeños escondites que merecen una visita para detenerse, calles donde lo primordial es evadir la mente… Estos son los 10 pueblos de cuento más increíbles (y casi desconocidos) del mundo.
La región de Apulia o Pulla, en el sureste de Italia, está plagada de paisajes de ensueño. Con paciencia de siglos, el mar y el viento han esculpido farallones, arcos y grutas en la roca de los acantilados, y los pueblos no han tenido más remedio que adaptarse a la difícil geografía. Como Vieste, encaramado en el promontorio de Gargano. Al caer el sol, las calles, las casas y la iglesia de San Francisco parecen flotar sobre el Adriático.
El centro histórico de Rothenburg, en Alemania, está tan bien conservado que parece detenido en el tiempo. Casas y calles son tan bellas que hasta se libraron de los bombardeos de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial: para evitar su destrucción la rindieron incondicionalmente.
Motor (Montenegro) es Patrimonio de la Humanidad y no solo por su casco histórico medieval: situada al fondo de una estrecha bahía (Bocas de Kotor) de la Costa Dálmata y rodeada de montañas, sus paisajes quitan el aliento.
Situado en el cantón de Berna, Wengen es una aldea alpina de chalets de madera, bellas iglesias y plácidas calles. Lo que impresiona es su ubicación: una soleada terraza junto a un abismo de 400 metros sobre el valle de Lauterbrunnental. Este pueblo suizo está cerrado al tráfico rodado y se puede acceder a ella a través de un tren cremallera.
A solo 30 km de Lisboa, la ciudad de Sintra, Patrimonio de la Humanidad, es un conjunto armónico de palacios, jardines, castillos y bosques. Imprescindible es la visita al Palacio da Pena y a la Quinta da Regaleira
Ubicado en la costa de Streymoy, la isla más grande del archipiélago de las Feroe, el minúsculo pueblo de Kvívík, de 600 habitantes, está formado por unas pocas casas de colores desperdigadas sobre un tapiz de hierba. El río Stórá divide la aldea en dos.
Las casas, de estilo gótico alemán, se distribuyen junto al río Lauch formando el barrio de la Pequeña Venecia. Hay flores por las calles, iglesias que atesoran obras de arte y viñedos a las afueras. Así es Colmar, la capital del Alto Rin, en la región francesa de Alsacia.
Reine es un diminuto pueblo pesquero de poco más de 300 habitantes ubicado en las islas Lofoten (Noruega), por encima del Círculo Polar Ártico. Sus casas de colores y las montañas que lo rodean se reflejan en el mar, creando una imagen de postal… literalmente: Reine fue elegido en los años 70 el pueblo más bello de Noruega y su imagen fue portada de numerosos libros y folletos turísticos durante décadas.
Kangaamiut, en la costa occidental de Groenlandia, ocupa la parte sur de una pequeña isla ubicada en la desembocadura de dos fiordos. Sus 350 habitantes viven en pequeñas casas pintadas de amarillo, azul o rojo encaramadas a la ladera de la escarpada costa.
La fama de Bibury, en el condado de Gloucestershire, es mundial. En el siglo XIX el artista William Morris, fundador del movimiento Arts & Crafts, lo denominó «el pueblo más bonito de Inglaterra», y las casas del barrio de Arlington Row aparecen en las páginas interiores del pasaporte británico.